EL FUNERAL (parte 1)

En anteriores episodios, la comandante Maya Fey decide ir a rendir solitario homenaje a uno de sus héroes de la infancia.
Desafortunadamente, parece que el escuadrón Infinity pretende estropear sus planes.


Sistema HIP 12099
Localización 1B
-54.3 -50.3


Cuatro SRV se reúnen alrededor de la mítica cobra JJ386 estrellada iluminándola con sus faros. Hay silencio… no incómodo, pero sí de ese que necesita ser llenado. Alguien abre comunicaciones.

– ¿Alguno de vosotros sabe palabras que decir en situaciones así? – pregunta Maya.
– Nope – responde Ambit.
– Ni idea – dice Sulaco.
 Habrá que improvisar – afirma Rasczaak.
Maya trata de pensar en algo adecuado y no consigue encontrarlo.
– Creo que la próxima vez tendremos que traernos un sacerdote o algo así, un profesional para estas situaciones.
– No habrá una próxima vez – dice Rasczaak –, jamás se volverá a encontrar esta nave así que tendremos que hacer lo mejor que podamos
Sin más palabras, Rasczaak avanza y, dando ejemplo, descarga junto a la nave estrellada una muestra targoide.
– Descanse en paz comandante Jameson. Hemos sabido su historia y no se olvidará.

Maya no sabe bien qué decir, no se le da bien hablar así que se limita a acercarse para depositar los dos cargamentos de orquídeas junto a la nave estrellada, y vuelve a su posición, para dejar espacio a los otros dos miembros del escuadrón. Hay un momento de incomodidad escénica roto por la voz de Sulaco.

 ¡¿Había que traer algo?!

– No era obligatorio, pero nos pareció adecuado – dice Rasczaak.

– Oh vaya... pues… esperad…

Y su SRV echa a correr hacia su Anaconda.

– Ehm… Maya – pregunta Ambit cuando la polvareda levantada por el SRV de Sulaco se ha alejado unos cientos de metros–, ¿podrías decirle al muerto que un cargamento de flores era mío? Luego te lo pago.

– Ehm… Vale, sin problema. Comandante Jameson, me gustaría hacerle saber que uno de los cargamentos de flores es de parte del comandante Ambit – y parece que hablar la ayuda al fin a encontrar las palabras – . Y que me rompió el corazón saber que le traicionaron. A pesar de que nunca lo conocí ni nunca fue familiar mío, me inspiró para volar y no merecía este final.

– Amén, Maya – dice Rasczaak.

El SRV de Sulaco vuelve a toda carrera y dando largos saltos sobre el abrupto terreno aprovechando la baja gravedad. El vehículo frena con una derrapada y Sulaco exclama triunfalmente.

– Ya está. ¡Es la mejor ofrenda que puede tener un piloto! – Y deposita junto a la nave un bobblehead del comandante Braben –. Así tendrá alguien que lo acompañe en sus vuelos al más allá.

Y Maya se emociona dentro de su SRV y se le caen dos lagrimones. En ese momento, el canal del escuadrón carraspea y una voz los interpela.

– Hola, soy Lecitron, ¿me oís?

 Hola, comandante Lecitron, le oímos perfectamente – responde Rasczaak.

– Oh, perfecto. Estoy llegando.

– Te esperamos. Estamos haciendo las ofrendas.

Hay un silencio reflexivo.

– ¿Ofrendas? ¿Era obligatorio traer algo?

 No exactamente – comenta Maya –, pero, como en los viejos ritos, queríamos traer algo para honrarlo o que le acompañe al más allá.

Hay otro silencio reflexivo.

– ¿Está bien si le dejo un cheque y que se compre lo que quiera?

El resto del escuadrón calibra la materialista propuesta durante unos instantes antes de responder.

– Pues sí…
– Correcto…
 Muy bueno…
– ¿Cómo no se me ha ocurrido a mí?
….